¡Qué ganas tenía de verte!

Desde que uno vive fuera las costumbres que tenía, obviamente, no son las mismas entre las cosas que cambian está eso del comer a las 12,15h o el que cuando llegan las 19.00h y no has cenado te sientes hasta raro.

El conocer la ciudad es otro asunto, si en la mía hay sitios que aun habiéndolos escuchado ni se me ocurre pasar, en la adoptiva procuro que no se me escape ni uno. Siguiendo con estas líneas acerca de temas de capital importancia está el localizar alguna tienda de productos de tu tierra (o cercanos y cuando digo cercanos pienso en Grecia, por aquello del Mediterráneo) y la cuestión de la amistad. Los amigos, es algo que pasa a primera línea de fuego en este terreno, llegan a ser tu familia en el exilio. Gracias a ellos pasas buenos ratos y disfrutas de unas risas, las cuales nunca están de más.

Ayer me llamó una amiga a la cual, por supuesto que me une mucho cariño. El tema era el habitual, una cafetería en el centro para vernos un rato junto con otro amigo y pasar un rato estupendo, pero tenía apostillado un final distinto uno de los verbos que menos gustan cuando estás fuera, que es el verbo despedirse.

Tras hacer recorrido por los temas habituales, repaso a la vida y a la futura etapa que se abre llega el momento de despedirse. Esos extraños tres minutos, en los que te deseas que todo vaya genial, que vas a seguir en contacto y por supuesto, debajo de esa amarga sonrisa la incertidumbre de volverte a ver, sabiendo que casi seguro que no.

Los sentimientos y sensaciones se magnifican, casi por ley, pero sí es verdad que la sensación de ver a gente que va y viene no deja de sorprender y no se si será por nostalgia o no, pero el famoso poema de Machado no para de rondar en mi cabeza… ¿será cierto que en el fondo somos caminantes?

 

Nos vemos pronto amigos….

 

Septiembre

 

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La máxima de que el tiempo vuela, es algo de lo que uno según van pasado los años, es más consciente.
El ansiado verano, con los largos días y con el anhelado calor, llegó, casi sin darme cuenta, para constatar el dicho. Al final aquel invierno eterno por fin pasó. Con el verano, llega la etapa de vacaciones, este año ha sido un combinado de viaje en coche y días por España, aderezados de noticias descalabradas por patrocinadas por la televisión.
Los días de vacaciones se desvanecieron y con ello llegó la vuelta a casa hace unos días, en los que el habituarse a una rutina, es más que un trabajo.
El día 1 de septiembre me está planteando muchas cuestiones, además de felicitar a unos cuantos amigos que cumplen años en este día, por cierto bonita manera de despedir el verano. Entre las cuestiones que me plantean está la de qué nos depara el presente año, porque queramos o no el año no empieza el 1 de enero, sino unos cuantos meses antes, esos en los que la manga corta deja de ponerse. Además del qué espera este año, el qué depende de que las cosas salgan de una manera u otra, si el azar, el trabajo, el empeño o simplemente el pasar por el lugar adecuado en el momento adecuado. Son muchas las variables para tener un año pleno o vacío, pero justo por esto merece la pena explorarlas y enfrentarse a ellas, a los días difíciles y a los días agradables.
Mañana 2 de septiembre, muchos empezaremos el folio en blanco del año nuevo, otros continuarán escribiendo el que empezaron anteriormente.
Tanto a unos como a otros, ánimo, suerte y sed valientes que el tiempo vuela.

Visitas

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El sentimiento inicial al vivir fuera de tu tierra natal se divide en dos momentos el primero es el deslumbrarte por todo lo que te rodea, haciendo que hasta los más pequeños rincones y más simples detalles, te parezcan maravillosos. Después de acostumbrarte a esto, llega el paso siguiente que es el de empezar a echar de menos aquellas cosas de las que te rodeabas en tiempos pretéritos y con las que disfrutabas en el día a día. Ambas cosas, tienen su lado bueno y su lado malo. Lo mejor del lado bueno, es cuando la familia o los amigos, deciden pillarse un billete (generalmente low cost, más que nada porque a mi más cercano aeropuerto no llegan otros vuelos) y pasar un par de días, o los que se tercien, visitándote. Para mí, esto es tal vez una de las mejores cosas de vivir fuera. Las visitas de los amigos y la familia.

Con los amigos de toda la vida, hay varias opciones como es el turismo clásico o el de “mira nosotros somos más de bares que de monumentos” con lo que te percatas de que la amistad de toda la vida, sigue estando en su sitio, redescubriendo aquellos garitos a los que sueles ir, pero con una perspectiva completamente distinta a la que solías. El legado que te dejan, además de fotos, recuerdos y mil historias más que hacer para la próxima visita, se materializa en manjares como las añoradas pipas con sal, jamón o los cinco tuppers de tu señora suegra llenos de croquetas.

Historias aparate, a menos de 24 horas para irme de vacaciones, el año ha sido muy bueno, pero lo mejor de todo, las geniales visitas de los amigos y familia, gracias a todos y ¡nos vemos en unos días por aquí de nuevo!

Saludos, cordiales…

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La verdad es que no me deja de sorprender el tema de los saludos y modales a los cuales no acaba uno de acostumbrarse. Hace pocos años en Dublín, unos amigos españoles me presentaron a una chica de Corea del Sur, a la cual en lugar de dar la mano (hasta ese momento, la mano sólo se la había dado al señor del Banco para saludarlo) le planté dos besos en la cara, acto seguido dio un salto y no paró de mirarme como un violador en toda la tarde, desde entonces estoy mucho más atento a cuando me extienden la mano…

Estas cosas, chocan entre los mediterráneos, curioso es cuando te presentan a una italiana, la cual no te extiende la mano (paso uno superado), te va a dar dos besos y en lugar de empezar por la derecha, te lo dan por la izquierda, te pilla con el gesto cambiado  y le plantas un pico, algo tan incómodo como darle dos besos a una coreana o darle a una suiza dos besos y que te diga que allí son tres, que te aproveches de la circunstancia,  cara de pardillo everywhere.

Llevar el sambenito de ser muy brusco, va con el de tener DNI español. Lo cierto es que el español es más directo que el inglés británico y eso se nota en la personalidad. Es rara la primera vez que alguien pasa a medio metro de ti y te pide disculpas (me imagino lo que se opina de este gesto en mi pueblo…) al final te acostumbras tanto que si alguien te pega un codazo en el bus en Italia y no te pide disculpas te parece hasta grosero….

Muy curioso me resultaba cuando al entrar en una tienda el/ la dependiente/a te preguntan que si estás bien, tras responder muy educadamente, me miraba en cualquier espejo por si tenía mala cara….o algo. Ahora para complicar la situación más aun, suelo ser yo el que lo pregunto al dependiente…por si acaso….

La verdad es que los británicos son en general muy silenciosos, sobre todo cuando van en el bus, porque el cuento cambia cuando cae la noche y se abre la puerta de la cerveza, como Expat 007 nos cuenta en la última entrada, entonces se transforman, dando paso a la fiesta que llevan dentro. Digno de ser admirado, sin lugar a dudas….

¡Saludos desde tierras del Mersey y hasta la próxima entrada amigos!

Oye, ¿ese olorcillo?

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La posibilidad de viajar y descubrir un mundo gastronómico nuevo es algo que me ha llamado siempre la atención. Entre líneas se puede leer que me encanta comer…

De mis tiempos por tierras burgalesas, queda en mi memoria aquellos “cojonudos” de huevo de codorniz  y por supuesto la morcilla, de la época alcarreña aquellas impresionantes migas o cocido y por supuesto de la eterna época granaina, las tapas y la cerveza Alhambra.

Todo esto, junto a muchas tapitas más en lugares diferentes, suma un poso que queramos o no, me ha hecho un poco más exigente día a día.

Cuando me mudé a UK, una de las preocupaciones que me rondaban la cabeza era….y allí ¿qué se come?  Esta pregunta se acentuaba, cuando caminando por la calle, de buenas a primeras me aparecía un olorcillo que no sabía muy bien qué era, pero que me abría el apetito fuese la hora que fuese. Bueno lo hacía y lo sigue haciendo, para qué engañarnos.

Al final esto está siendo una aventura, porque encontrar los mismos productos que hay en el Mercadona, es toda una odisea y su servicio de reparto  a domicilio creedme no llega aquí.  A pesar de este inconveniente se pueden encontrar cosas muy muy interesantes, provenientes de todas partes del mundo, incluyendo fruta de Motril, cosa que realmente alegra el ánimo.

Volviendo al tema de los restaurantes hay dos opciones o una que es a tiro seguro, es decir un fast food, donde por 3 Libras te garantizas comer más o menos (la cuestión de abofetear a tu colesterol durante esa comida, es otro rollo ético en el que no vamos a entrar hoy…) un menú de pizza, patatas fritas y refresco. Sí, eso es un menú, yo tampoco sabía que la pizza y las patatas fritas podían ir juntas.

La segunda es ir a uno de los miles de restaurantes que hay por aqui y jugar al plato ruso, es decir pedir un plato y probar suerte a ver si te gusta o no…. Por cierto, el viernes, jugando a esto, perdí. Esto tiene su encanto, pero vamos que es un juego del que pronto te cansas, si te pasa como a mí, que sueles perder.

Reino Unido, además de los Aston Martin, Jaguar y el cuerpo 007 al servicio de su  Majestad, tiene miles de cosas estupendas, entre ellas destacaría dos, las ofertas de hamburguesas en los  pubs, las cuales hacen honra a su espectacular carne, pero para un granaino como yo lo mejor, es que se venda Alhambra 1925 en gran número de garitos y supermercados. No se a quién se debe esto, pero vamos es para hacerle un monumento.

Por cierto, no he explicado lo del olorcillo ese que abre el apetito a todas horas…. Ya volveremos en próximos posts,

¡Feliz semana!

Madre no hay más que una y… espera que la mia me está llamando

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La frase de “madre no hay más que una” es una verdad como un templo, además yo le añadiría la coletilla de “y como la mía ninguna”. Las madres, la verdad es que se merecen un monumento, al menos la mía, vale… y la vuestra también. Por suerte, la mía es bastante divertida. Con unas ocurrencias bastante curiosas. Algo de lo que yo estoy más que orgulloso.

El tema de conversaciones con las madres, no es algo baladí, ya que todos tenemos grabado en la mente muchos momentos vividos con nuestras madres, como aquellos de ¿hijo/a qué quieres de cenar?, déjame la ropa ahí que ya te la lavo yo, ¡¡¡¿pero quieres levantarte ya que vas a llegar tarde?!!! O el consabido, anda tira para la casa que ya hablaremos allí.

Mi historia se remonta a aquella época en la que decidí que quería tener un gato en  en nuestro piso. La ventaja de ser de pueblo es que estás más que familiarizado con las costumbres de los felinos, pues en la casa del pueblo llegamos a tener cuando era pequeño un gran número de ellos. En mi intento de convencer a mi madre, una vez expuestas todas las ventajas de tener un minino en casa, puso cara de resignación y la mirada al infinito, cual cajera esperando que pongas el pin en la tarjeta para pagar, y resumió sus pensamientos en unas breves palabras, como fueron, las de: “hijo, para tener algo que está todo el día en el sofá, no para de perder pelo, no hacer caso de nadie y que no pare de comer….ya estás tu”. Claro está que ante esto, no tuve más remedio que callarme, obviamente darle la razón y dejar la ofensiva del gato hasta momentos más propicios.

La vida da innumerables vueltas y en una de ellas la gatita más bonita y entrañable del mundo llamada Banana se instaló, por suerte, en mi casa. Mi madre, recelosa al principio rápidamente se encariñó con ella. La situación paso de “dile a la gata que se baje de la silla” a “mira niño, deja ya de hacer ruido que la gata está dormida” con claro tono de mosqueo, claro está. Todo esto a tal velocidad que en casa no nos dimos ni cuenta.

Tal es el cariño hacia este felino miembro de la familia, que un día midiendo mis fuerzas con las de Banana, le pregunté a mi madre que a quién quería más, tras dar un respingo de la silla, en la que mi querida progenitora estaba sentada, me respondió en un ataque de sinceridad: “bueno hijo, cada uno tenéis vuestras cosas ¿no?” Ese es justo el momento que uno pone los ojos como platos por la sorpresa y Bananita, se pone a ronronear como si no hubiese mañana.

Las conclusiones al final de muchas de estas conversaciones siempre son más que sorprendentes, pero lo más llamativo es que cuando piensas que ya pocas más cosas te llamarán la atención, te llama tu madre y te dice “hijo: ¿a que no sabes qué me ha pasado?”  Y es que como decía aquel dicho del principio, madre no hay más que una.

Madre no hay más que una y… espera que la mía me está llamando.

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La frase de “madre no hay más que una” es una verdad como un templo, además yo le añadiría la coletilla de “y como la mía ninguna”. Las madres, la verdad es que se merecen un monumento, al menos la mía, vale… y la vuestra también. Por suerte, la mía es bastante divertida. Con unas ocurrencias bastante curiosas. Algo de lo que yo estoy más que orgulloso.

El tema de conversaciones con las madres, no es algo baladí, ya que todos tenemos grabado en la mente muchos momentos vividos con nuestras madres, como aquellos de ¿hijo/a qué quieres de cenar?, déjame la ropa ahí que ya te la lavo yo, ¡¡¡¿pero quieres levantarte ya que vas a llegar tarde?!!! O el consabido, anda tira para la casa que ya hablaremos allí.

Mi historia se remonta a aquella época en la que decidí que quería tener un gato en  en nuestro piso. La ventaja de ser de pueblo es que estás más que familiarizado con las costumbres de los felinos, pues en la casa del pueblo llegamos a tener cuando era pequeño un gran número de ellos. En mi intento de convencer a mi madre, una vez expuestas todas las ventajas de tener un minino en casa, puso cara de resignación y la mirada al infinito, cual cajera esperando que pongas el pin en la tarjeta para pagar, y resumió sus pensamientos en unas breves palabras, como fueron, las de: “hijo, para tener algo que está todo el día en el sofá, no para de perder pelo, no hacer caso de nadie y que no pare de comer….ya estás tu”. Claro está que ante esto, no tuve más remedio que callarme, obviamente darle la razón y dejar la ofensiva del gato hasta momentos más propicios.

La vida da innumerables vueltas y en una de ellas la gatita más bonita y entrañable del mundo llamada Banana se instaló, por suerte, en mi casa. Mi madre, recelosa al principio rápidamente se encariñó con ella. La situación paso de “dile a la gata que se baje de la silla” a “mira niño, deja ya de hacer ruido que la gata está dormida” con claro tono de mosqueo, claro está. Todo esto a tal velocidad que en casa no nos dimos ni cuenta.

Tal es el cariño hacia este felino miembro de la familia, que un día midiendo mis fuerzas con las de Banana, le pregunté a mi madre que a quién quería más, tras dar un respingo de la silla, en la que mi querida progenitora estaba sentada, me respondió en un ataque de sinceridad: “bueno hijo, cada uno tenéis vuestras cosas ¿no?” Ese es justo el momento que uno pone los ojos como platos por la sorpresa y Bananita, se pone a ronronear como si no hubiese mañana.

Las conclusiones al final de muchas de estas conversaciones siempre son más que sorprendentes, pero lo más llamativo es que cuando piensas que ya pocas más cosas te llamarán la atención, te llama tu madre y te dice “hijo: ¿a que no sabes qué me ha pasado?”  Y es que como decía aquel dicho del principio, madre no hay más que una. Sigue leyendo

Biz…(bizugo)

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Cuando viene a mi cabeza a frase de el que no se consuela es porque no quiere,  acto seguido aparece por mi mente aquella conversación al día y medio de llegar a estas tierras del norte, cuando me armé de valor para comprar una sim y un móvil aquí.

Todo comienza una mañana de lunes, en la que salgo de casa, envalentonado, pensado que bueno, que el Inglés no es para tanto y que no sería para nada complicado comprar un móvil y una sim, total eso en España son 5 minutos, a lo sumo 6.

Allá que me encamino, alguien me para en por la calle para preguntarme por una dirección. No le entiendo ni media palabra, pongo cara de póker cuando me pregunta y digo que soy nuevo en la ciudad. A mi parecer, debería de haberme preguntado por algún recóndito barrio, calle o similar además, ese inglés que usaba… no se, seguro que no era de aquí.

Total, una vez repuesto del susto de no haber entendido nada, dirijo de nuevo mis pasos hacia el centro, tras esquivar a un tremendo grupo de personas ataviadas con sus bolsas y aparejos de compras, algo que sinceramente me sorprende para ser un lunes por la mañana… entro en una de las innumerables tiendas de telecomunicaciones que hay en el centro. Una vez allí, una muy agradable señorita me pregunta que si estoy bien,  algo a lo que yo respondo con un sí, sí muchas gracias … sorprendido por la pregunta (la cual el tiempo me ha enseñado, que es la primera aproximación a un cliente), comienzo a explicarle que estoy buscando un teléfono móvil y que si me puede mostrar los que tiene.

Después de un escarceo entre las muestras, consigo esquivar aquellos que superan las 100 libras y me quedo con los baratunos.

La pregunta clave, a la que uno cree que va con cartas en la manga (por aquello de ser un fricazo de las tecnologías)es cuando pregunto por las características técnicas del móvil, después de poner cara de velocidad y no pillar nada, decido saltar al siguiente nivel que es, dar la respuesta por válida sin forzar más la máquina y  pagar.

Una vez que me empiezan a rellenar la ficha de cliente llega la pregunta del millón por parte de aquella agradable señorita: “date of biz” a lo que yo respondo que yo de eso, no tengo. Mi mucho ni poco, que no tengo. A esto se sucede la misma pregunta a la misma velocidad siendo mi réplica la misma. Comienzo a sospechar que debo de tener, porque los dos que están detrás del mostrador, empiezan a reírse con un poco de soslayo.

Por mi cabeza, me surgen muchas cosas, como la de por qué no eché un diccionario al bolsillo cuando salí de casa, por qué no estudié más cuando pude, por qué ésta simpática dependienta lleva un piercing en la lengua, por qué existe el acento scouse, por qué no compré el teléfono en la web de la tienda….

La cola detrás de mí se estaba empezando a hacer larga, si la cara de la chica debía de ser un poema, la mía un soneto, y la pregunta continuaba. Asoma un rayo de luz, cuando ella me dice que a ver si encuentra un sinónimo, a lo que me repite la misma palabra…..biz…..

Llegado el momento tope de agobio, estoy por dejar mi compra en el mostrador y volverme con más pena que gloria a casa, (total tampoco era tan buen móvil, pienso), cuando se me ocurre mirar el monitor, descifrando que biz era realmente birth, que no era tan complejo cómo parecía, dando la vuelta a mi caída autoestima.

El final de la historia son disculpas mutuas y salir de la tienda con paso apresurado, con un móvil nuevo y baratuno debajo del brazo, pero sobre todo con la certeza de que los próximos meses respecto al idioma no iban a ser sencillos precisamente, pero que de todo se aprende. Total el que no se consuela es porque no quiere.

 

Oye, ¿hacemos algo ésta noche?

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El inicio suele ser parecido en casi todos los casos y en casi todos los lugares. Llegada una determinada hora, llega un mensaje al teléfono o una llamada. A partir de este momento, sólo quedan por determinar las coordenadas geográficas y temporales. Vamos lo que viene siendo el bar y la hora.

Es curioso, cómo los sitios determinan las costumbres, en Granada, «las tapillas» previas, eran parte fundamental de la fiesta, las cuales te hacen llegar a pensar que son parte indispensable del ritual de la noche, hasta que te das cuenta de que  no siempre es así, que hay vida más allá de la tapa.

Los prejuicios (visto como ideas preconcebidas) son innatos a la persona y además son algo de lo  que yo no puedo escapar, por lo que después de tener una mediana experiencia en esto de las fiestas, pensaba que más allá de la zona «mediterránea» no existía vida nocturna. Todo ello hasta el primer viernes que decidí darme un garbeo por mi nueva ciudad.

Todo parecía apuntar a que esta ciudad iba a ser movida en este tema. Mi primera aventura comienza pronto (al menos para mí) en torno a las 19.00 cuando llegando a la zona centro, me cruzo con un señor de avanzada edad, correctamente vestido al que tengo que agarrar del brazo porque se iba al suelo, tras preguntarle que qué tan se encontraba (inocente de mí, que temía por una  bajada de tensión o similar) me sonríe y me dice que qué divertidos son los viernes. Para muestra un botón.

Tras un recorrido por los bares de una pequeña ciudad en la que se concentran tres universidades, mis expectativas acerca de noche en Liverpool, se vieron más que sobrepasadas.

Al llegar aquí, todo el mundo te comenta y aconseja acerca del tiempo, los Beatles, los rincones para conocer, pero pocos te hablan de la muy divertida noche, en la que las chicas que han pasado todo el día con los rulos puestos en la cabeza, atendiéndote en tiendas o resolviendo sus asuntos por la calle, entonan un «esta noche voy a pasármelo bien» similar al de los Hombres G, o en el que a pesar de estar nevando, ellos van en camisa de manga corta. Eso sí, con el botón del cuello abrochado…just in case!.

Lo más sencillo aquí es encontrar pubs  de todo tipo, desde aquellos en los que puedes escuchar grupos en vivo, los cuales suelen ser espectaculares, hasta aquellos en los que el reggaetón es un modo de vida.

Tras unas cuantas pintas, pienso que esta cerveza, apenas emborracha, que nadie toma copas y todo el mundo a eso de las 22.00h ya va más fino que el coral, ahí me vuelve a surgir la pregunta: querido diario ¿qué me está pasando? como buen catetillo, descubro el factor «shot», el cual me había pasado inadvertido. El rey de la fiesta es el jaegerbomb que aquí es casi tan obligatorio como las tapas previas a la fiesta de Granada, para ser honestos, no me atreví con el jaegerbomb, decidiéndome por uno un  de tequila. A partir de ese momento, empecé a entenderlo todo mucho mejor.

coche blanco

La vuelta a casa, es de lo más divertido, zapatos sueltos en la calle… sin nadie dentro de ellos, amigos del alma que haces esperando un taxi y que sólo duran hasta que llega el coche, la típica lluvia que te cala hasta que llegas a casa, el juego de distinguir a los nativos de los que no lo somos, bueno esto es sencillo, los que somos de fuera llevamos abrigo… por cierto  aquí los garitos, cierran a las cinco de la mañana. La noche británica, toda una experiencia.

Descubriendo el mundo…

Siempre me han llamado la atención, de manera muy poderosa, los mapas. Conocía las historias acerca del filósofo Kant, el cual nunca había salido de su pueblo natal y sin embargo conocía todos los rincones del mundo gracias a los mapas… ¿qué había al otro lado del mundo?¿qué había al otro lado de mi país?¿qué había al otro lado de mi provincia? era algo que simplemente me fascinaba a la vez que me inquietaba.

Poco a poco, comencé a viajar y a desvelar estas incógnitas con las cuales ya me había acostumbrado a vivir. Pero ésta inquietud seguía estando a mi lado… más aun cuando tienes amigos que comienzan a dar saltos por África, mandado correos con fotos que no te cansas de mirar una y otra vez.

Tras un tiempo, finalmente me encuentro viviendo en Reino Unido, algo que para ser sinceros no me imaginaba tan sólo unos meses atrás y poco a poco sigo descubriendo las rayas de los mapas, pero consciente, ahora, de que tal vez ahora ya no sean los mapas lo más interesante, sino las experiencias y la gente que va pasando por la vida, tanto en tu ciudad como en aquellas que se dejan que las adoptes como propias.

Es curioso cómo personas de rincones tan apartados de tu cuna como pueden ser el caribe u oriente, comparten tus gustos y aficiones e incluso conocen tu equipo de fútbol desde la época  de segunda división (que tampoco hace tanto de eso, la verdad)

Es curioso que el ser humano esté siempre en búsqueda, de saber, de conocer, de ser feliz y todo esto haga de nosotros un modo de vida, en tanto en cuanto la vida y nosotros nos dejamos.

Acabo de ver por mi ventana a un grupo de chavalillos de no más de diez años jugando al fútbol, con los brazos y las caras rojas como un tomate por la semana que llevamos de sol (¡quién lo diría!), riendo y disfrutando. Ante  esto el pensamiento que me invade en este lado del mundo es tan sencillo como que el ser humano es maravilloso.