Biz…(bizugo)

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Cuando viene a mi cabeza a frase de el que no se consuela es porque no quiere,  acto seguido aparece por mi mente aquella conversación al día y medio de llegar a estas tierras del norte, cuando me armé de valor para comprar una sim y un móvil aquí.

Todo comienza una mañana de lunes, en la que salgo de casa, envalentonado, pensado que bueno, que el Inglés no es para tanto y que no sería para nada complicado comprar un móvil y una sim, total eso en España son 5 minutos, a lo sumo 6.

Allá que me encamino, alguien me para en por la calle para preguntarme por una dirección. No le entiendo ni media palabra, pongo cara de póker cuando me pregunta y digo que soy nuevo en la ciudad. A mi parecer, debería de haberme preguntado por algún recóndito barrio, calle o similar además, ese inglés que usaba… no se, seguro que no era de aquí.

Total, una vez repuesto del susto de no haber entendido nada, dirijo de nuevo mis pasos hacia el centro, tras esquivar a un tremendo grupo de personas ataviadas con sus bolsas y aparejos de compras, algo que sinceramente me sorprende para ser un lunes por la mañana… entro en una de las innumerables tiendas de telecomunicaciones que hay en el centro. Una vez allí, una muy agradable señorita me pregunta que si estoy bien,  algo a lo que yo respondo con un sí, sí muchas gracias … sorprendido por la pregunta (la cual el tiempo me ha enseñado, que es la primera aproximación a un cliente), comienzo a explicarle que estoy buscando un teléfono móvil y que si me puede mostrar los que tiene.

Después de un escarceo entre las muestras, consigo esquivar aquellos que superan las 100 libras y me quedo con los baratunos.

La pregunta clave, a la que uno cree que va con cartas en la manga (por aquello de ser un fricazo de las tecnologías)es cuando pregunto por las características técnicas del móvil, después de poner cara de velocidad y no pillar nada, decido saltar al siguiente nivel que es, dar la respuesta por válida sin forzar más la máquina y  pagar.

Una vez que me empiezan a rellenar la ficha de cliente llega la pregunta del millón por parte de aquella agradable señorita: “date of biz” a lo que yo respondo que yo de eso, no tengo. Mi mucho ni poco, que no tengo. A esto se sucede la misma pregunta a la misma velocidad siendo mi réplica la misma. Comienzo a sospechar que debo de tener, porque los dos que están detrás del mostrador, empiezan a reírse con un poco de soslayo.

Por mi cabeza, me surgen muchas cosas, como la de por qué no eché un diccionario al bolsillo cuando salí de casa, por qué no estudié más cuando pude, por qué ésta simpática dependienta lleva un piercing en la lengua, por qué existe el acento scouse, por qué no compré el teléfono en la web de la tienda….

La cola detrás de mí se estaba empezando a hacer larga, si la cara de la chica debía de ser un poema, la mía un soneto, y la pregunta continuaba. Asoma un rayo de luz, cuando ella me dice que a ver si encuentra un sinónimo, a lo que me repite la misma palabra…..biz…..

Llegado el momento tope de agobio, estoy por dejar mi compra en el mostrador y volverme con más pena que gloria a casa, (total tampoco era tan buen móvil, pienso), cuando se me ocurre mirar el monitor, descifrando que biz era realmente birth, que no era tan complejo cómo parecía, dando la vuelta a mi caída autoestima.

El final de la historia son disculpas mutuas y salir de la tienda con paso apresurado, con un móvil nuevo y baratuno debajo del brazo, pero sobre todo con la certeza de que los próximos meses respecto al idioma no iban a ser sencillos precisamente, pero que de todo se aprende. Total el que no se consuela es porque no quiere.

 

«Besuguen» Konversation

Hola chic@s,

Cómo podéis observar intentamos describir en este blog las vivencias, problemas y experiencias curiosas de varios expats españoles por el mundo. Esta semana nos hemos topado con otro cliché típico: las conversaciones de besugos cuando no se conoce bien el idioma. En mi caso se trata de una historia que sucedió hace casi 10 años, cuando llegué por primera vez a Alemania.

En mi primera semana en la ciudad tenía que localizar a mi coordinador Erasmus para que enviara unos documentos a mi universidad de origen. Los documentos decían básicamente que «el paquete» (el estudiante, o sea, yo) había llegado a la universidad de destino, el coordinador certificaba que me había visto «vivito y coleando» y por consiguiente, daba permiso para que me pagaran la beca que me correspondía.

Tübingen 7

La cosa, parecía pan comido. Consistía básicamente en presentarme en la oficina del coordinador y decirle que había llegado a la ciudad, que venía de la universidad de Alcalá de Henares, que en principio no tenía ningún problema grave, que solo quería saber qué profesor sería el adecuado para realizar un pequeño proyecto de investigación, etc….. y que por favor enviara un fax a Alcalá de Henares para que comenzaran a pagarme.

Tras unos pequeños momentos de vacilación, (¿qué edificio será?, ¿qué planta será? ¿Lograré entenderme con este hombre?) Encontré el susodicho despacho y me armé de valor para dirigirle la palabra. En aquel momento no me di cuenta, pero iba a asistir a mi primer diálogo de besugos.

La cosa fue sencillamente así:

-Hola, me llamo Apagario y vengo de la Universidad de Alcalá de Henares, en España.-

El contestó algo sin importancia (seguro que la tenía, pero yo no la entendí, así que opté por ignorarla y seguir con mi rollo del tirón):

-Verá, yo es que realmente no se que papeles tiene usted que firmarme, pero si pudiéramos hacerlo ya mismo, mejor que mejor.-

El contestó algo parecido a –España, que bonito país, que cultura, que sol, que maravilla, buena elección.-

Pero yo ya estaba lanzado, y sus comentarios sólo me parecieron banales, como alguien que habla del tiempo. Así que seguí a lo mío:

-Si. Estupendo país. Pero el caso es que si pudiera firmar estos papeles diciendo que ya estoy aquí y me ayudara a enviarlos por fax a mi universidad de origen me sería de grata ayuda.- (Nota: los diálogos aquí reproducidos no están transcritos del original, dado que el manejo en el idioma en mis primeros días no era tan fluido como pudiera parecer. Pero prefiero que el lector pueda captar la idea de la conversación que yo quería mantener, y no la pseudo conversación que “el personaje” y yo mantuvimos).

-Si, si. Pero por el momento sólo necesita usted estos papeles que tengo yo aquí. Dentro de unos meses firmaremos los demás.-

-Vaya caballero. Creo que no lo entiende, si no mando estos papeles a mi universidad ellos no me pagarán la beca, porque no habré demostrado que estoy en mi universidad de destino.-

-Estupendo, solo le queda a usted decirme a qué universidad desea desplazarse en España.-

Llegados a este punto de la conversación se encendió una pequeña alarma en mi cabeza. ¿Había entendido yo mal? ¿Me acababa de preguntar a qué universidad quería ir en España? Así que decidí repetir la idea central de mi exposición:

-Si, si. Me parece fantástico que le guste tanto España, pero yo tengo que enviar estos papeles porque sino no recibiré el importe económico de mi beca aquí en Alemania.-

-Si. Si consultamos esta carpeta encontraremos una universidad adecuada a la que le podamos enviar en España. Nombró usted la universidad de Alcalá, ¿verdad?-

-Si, la universidad de Alcalá, de allí vengo.-

-No, perdone, allí es donde usted irá.-

¡Paremos la cinta! ¿Acaba de decir que yo me iré a España? ¿Y si, por si acaso, yo repitiera mi primera frase de presentación?

-Oiga, perdone. Yo ya vengo de España.-

-¿Usted ya viene de España?-

-Claro. Yo soy un Erasmus español y usted mi coordinador.-

-Vaya. Perdone caballero, pero yo soy el coordinador de los alumnos de esta universidad que quieren irse a otro país de Erasmus.-

¿Sería verdad? ¿Podíamos llevar casi cuarto de hora hablando sin enterarnos ninguno de los dos de la conversación? Yo tenía excusa, pero el tipo tenía delito. ¿No se había extrañado de mi acento, de mi desconocimiento de su idioma? Así que hice lo único que se me ocurre en este tipo de ocasiones y que tan famoso me ha hecho entre propios y extraños: Me reí. Mi sonrisa consiguió que el sonriera. Pude tomar un poco de aire fresco para volver a empezar.

-Vaya, lo siento. Pensé que usted era el coordinador de los Erasmus que llegaban a este país.-

-Pues lo siento, pero si puedo hacer algo por usted… Hablaba usted de mandar un fax ¿verdad?-

-Si, si pudiera hacerme ese favor. Si no reciben este fax no me abonarán el dinero de la beca. Gracias, muchas gracias.-

Ni que decir tiene que el tipo me brindó su ayuda, envió el fax y yo pude recibir la ridícula beca que en aquel tiempo se concedía. Ni que decir tiene que durante mis primeras semanas tuve otras conversaciones de besugos (confundir una conversación sobre conejillos de indias con una conversación sobre problemas entre pareja, etc…) pero creo que la conversación de besugos a la que mas cariño le tengo es la que os he relatado aquí.

Bueno chic@s, esperamos vuestros comentarios sobre el blog y sugerencias sobre todo lo que siempre habéis querido conocer de la vida del expat. Un abrazo para todo@s.

Besuhu Akbar (grande es el besugo)

Apagario la ha vuelto a liar. Esta vez nos toca hablar de «conversaciones de besugos». Todo expatriado tiene esos momentos en los que intenta comunicarse pero no lo consigue. Un servidor, de género masculino, llamó una vez por teléfono en respuesta a una oferta de trabajo para camareras, y tuvo que recibir una rápida clase de inglés y género (waitress = female). En otra ocasión confundió la palabra «camiseta» por «falda». Os podéis imaginar la perplejidad de mis interlocutores y los años de terapia para superar la vergüenza.

Tener problemas con el idioma, para mí, representa el reto de ser inteligente pero no poderlo demostrar. Esto resulta en situaciones muy variopintas que no recomiendas al peor de tus enemigos, pero aún ponen una sonrisa en mi cara cuando las recuerdo. De mi elenco de posibles conversaciones de besugos, creo que una de las más épicas se dio en Sudán. No sólo tenía que hablar inglés con un señor que casi no hablaba (y mi árabe es inexistente), sino que él hablaba en «musulmán» y yo me comunicaba en «razonable». Imaginad…

Era un frío día en Khartoum, 38 grados a la sombra, y decidí acercarme al gimnasio. Para ello, el procedimiento era salir a la calle y «pescar» una furgonetilla de paisano: «le pago 5 libras si me lleva al hotel», «yalla yalla, ok ok». Satisfecho con mi poder de negociación y manejo de la ciudad más calurosa del mapa del tiempo, me monto en el furgoneto y empiezo a escuchar una cinta de casete en la radio del coche. Mi cerebro en seguida reconoce la versión islámica de Radio María y, en un intento de mezclarme con la población, digo a mi afable conductor:

– ¿Esto son oraciones?

– Sí, sí, el Corán – dice entusiasmado por mi reconocimiento

– Ah, interesante

– ¿Conoces a Allah?

– No personalmente, no

– ¿Católico?

Aquí empiezo a ponderar mis opciones… estoy en un país donde Osama Bin Laden es un héroe local y te puedes llevar 40 latigazos en público por besar a una mujer. ¿Conviene decir que soy católico? Decido decantarme por la verdad:

– No soy religioso

– Ah, bueno, ven conmigo a la mezquita. Te enseñaremos árabe gratis, y te regalaremos un Corán para que lo leas y conozcas a Allah.

Tratando de obviar su arrogante premisa de que mi falta de religión es un estatus inferior frente a su conocimiento de Allah, trato de marcarme un punto para conseguir conectar con mi nuevo amigo:

– Oh, muchas gracias, pero ya tengo un Corán que un amigo musulmán me regaló hace tiempo (de verdad que lo tengo)

– ¡Sí! Eso es fantástico ¿Y..?

– ¿Y qué?

– ¿Después de leer el Corán no has decidido conocer a Allah?

– No, ya conocí a su vecino, Yaveh, y no me pareció tan convincente

Aquí empiezo a sentirme digamos incómodo

– Pues ven conmigo a la mezquita y te explicaremos el Corán, y entenderás por qué el Islám es la mejor y única religión

– Pero es que ya leí el Corán y no lo entendí… ¿qué me he perdido? ¿me podría dar los titulares?

– Lee lee, lo dice el libro: «el Islam es la mejor y única religión»

Se produce un peligroso silencio. Miro a mi interlocutor, un hombre de 60 años, afable, posiblemente un padre encantador, un abuelo adorable, y un marido opresor ejemplar. No me parece alguien falto de inteligencia, y me pregunto si debo abrir el debate de la «lógica circular». Me muero de ganas de decirle que si la única justificación para la fe en el libro viene del propio libro, se crea un bucle infinito que no permite corroborar o debatir la proposición de que el Islam es la mejor y única religión, y que tendría que venderme mejor el producto que a través del dogma. Claramente mi «razonable» no se traduce bien a su «fundamentalista».

A punto estoy de abrir ese debate cuando mi cine interior proyecta, a modo de aviso, un «montaje del director» del 11S, el 11M, los 50 asesinatos en protesta de las tiras cómicas de Mahoma en Dinamarca y las decapitaciones a infieles, y yo solito me desanimo de tocarle los huevos teológicos a este fiel yihadista. Pero sigo queriendo conectar con él, así que intento cambiar de registro…

– Entonces, ¿de qué está hablando la cinta que tiene puesta?

Entusiasmado por mi interés, el hombre vuelve a sonreír, le brillan los ojillos, y me explica

– Está diciendo que no temamos por las almas de los infieles, que si un infiel muere no es realmente una muerte, sino que su alma vuelve a donde tiene que ir. Si el alma no vive en Allah, lo mejor que le puede pasar a ese alma es dejar de existir, así que cuando un grupo de infieles muere, es lo mejor que les puede pasar y hay que celebrarlo.

Yo soy infiel. Está hablando de mí. Me dice esto con una sonrisa y el mismo entusiasmo con el que yo comento el último disco de Muse. Veo delante de mis ojos cómo un abuelo encantador se transforma en una apología del asesinato en masa con la misma naturalidad que Clark Kent se convierte en Supermán o Sir Anthony Hopkins en el Dr. Hannibal Lecter. Por algún motivo, la religión le permite a este buen hombre hablar de matar gente que ni siquiera ha conocido, y además creer que les está haciendo un favor. Y ahí estoy yo en la furgoneta de Allah, un infiel declarado, tentado de comenzar (de camino al gimnasio) mi propia yijad a favor de la razón, la lógica, y la ética, a sabiendas de que este hombre sólo tiene que empujarme a la calzada para que el tráfico de Khartoum pase por encima de mí y yo me convierta en un gol más para su equipo en la guerra santa, un alma más salvada de la ignorancia del no-creyente, un agradecido cadaver inconverso…

Me quedo en silencio. No sé por dónde pillarlo. Efectivamente es una conversación de besugos en la que tengo todo que perder. No tengo miedo porque no estoy provocando, pero guardo silencio mientras pesa sobre mí una mezcla de incredulidad y profunda tristeza por no poder hablar más. El silencio es todo lo que me queda. Espero paciente llegar al gimnasio, mientras pondero lo que acaba de ocurrir. No puedo decir lo que pienso, no puedo razonar o debatir porque, si lo hiciera con todas las consecuencias y llegara hasta el final exponiendo mis ideas, me arriesgo a la violencia física en una ciudad en la que ni la poli va a salir en mi defensa. En ese momento entiendo el terrorismo, y la arrogante e ignorante tiranía del que dice «te trataré bien, pero si te metes con mi dios, te mato con una sonrisa y duermo como un bebé, satisfecho de haber hecho algo bien».

– Muchas gracias por traerme, aquí tiene sus cinco libras

– Gracias, gracias, ven a la mezquita algún día

– Sí, bueno, ya veremos, suerte

Por primera vez en mi lista de conversaciones de besugos, el que ha hecho el imbécil ha sido el otro y no yo, pero el peor besugo es el que no sabe que lo es. Mi mente informática lo entiende como software. Hay una función en el sistema operativo de ese señor que, cuando se activa, es incapaz de dudar que un libro medieval contiene verdades indiscutibles y que matar gente es algo honorable. En esas cuestiones, este hombre suspende su pensamiento racional a propósito… y eso es chungo de cojones ¿Quién maneja el sistema operativo de mi taxista? ¿Es el Imán de la mezquita local? ¿Es el dirigente teocrático de una nación fundamentalista? ¿Es George Bush o Bin Laden?

Sea quien sea que esté en control de esta parte irracional del sistema operativo de mi taxista, está también en control de 1.6mil millones de personas, o un 24% de la población mundial. Gente buena y normal, capaz de concebir y tolerar acciones inhumanas bajo los mandatos apropiados. Es una clase de miedo nuevo para mí. Cuando uno de los besugos piensa que mola matarte por no estar de acuerdo, las reglas de juego han cambiado.

Oye, ¿hacemos algo ésta noche?

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El inicio suele ser parecido en casi todos los casos y en casi todos los lugares. Llegada una determinada hora, llega un mensaje al teléfono o una llamada. A partir de este momento, sólo quedan por determinar las coordenadas geográficas y temporales. Vamos lo que viene siendo el bar y la hora.

Es curioso, cómo los sitios determinan las costumbres, en Granada, «las tapillas» previas, eran parte fundamental de la fiesta, las cuales te hacen llegar a pensar que son parte indispensable del ritual de la noche, hasta que te das cuenta de que  no siempre es así, que hay vida más allá de la tapa.

Los prejuicios (visto como ideas preconcebidas) son innatos a la persona y además son algo de lo  que yo no puedo escapar, por lo que después de tener una mediana experiencia en esto de las fiestas, pensaba que más allá de la zona «mediterránea» no existía vida nocturna. Todo ello hasta el primer viernes que decidí darme un garbeo por mi nueva ciudad.

Todo parecía apuntar a que esta ciudad iba a ser movida en este tema. Mi primera aventura comienza pronto (al menos para mí) en torno a las 19.00 cuando llegando a la zona centro, me cruzo con un señor de avanzada edad, correctamente vestido al que tengo que agarrar del brazo porque se iba al suelo, tras preguntarle que qué tan se encontraba (inocente de mí, que temía por una  bajada de tensión o similar) me sonríe y me dice que qué divertidos son los viernes. Para muestra un botón.

Tras un recorrido por los bares de una pequeña ciudad en la que se concentran tres universidades, mis expectativas acerca de noche en Liverpool, se vieron más que sobrepasadas.

Al llegar aquí, todo el mundo te comenta y aconseja acerca del tiempo, los Beatles, los rincones para conocer, pero pocos te hablan de la muy divertida noche, en la que las chicas que han pasado todo el día con los rulos puestos en la cabeza, atendiéndote en tiendas o resolviendo sus asuntos por la calle, entonan un «esta noche voy a pasármelo bien» similar al de los Hombres G, o en el que a pesar de estar nevando, ellos van en camisa de manga corta. Eso sí, con el botón del cuello abrochado…just in case!.

Lo más sencillo aquí es encontrar pubs  de todo tipo, desde aquellos en los que puedes escuchar grupos en vivo, los cuales suelen ser espectaculares, hasta aquellos en los que el reggaetón es un modo de vida.

Tras unas cuantas pintas, pienso que esta cerveza, apenas emborracha, que nadie toma copas y todo el mundo a eso de las 22.00h ya va más fino que el coral, ahí me vuelve a surgir la pregunta: querido diario ¿qué me está pasando? como buen catetillo, descubro el factor «shot», el cual me había pasado inadvertido. El rey de la fiesta es el jaegerbomb que aquí es casi tan obligatorio como las tapas previas a la fiesta de Granada, para ser honestos, no me atreví con el jaegerbomb, decidiéndome por uno un  de tequila. A partir de ese momento, empecé a entenderlo todo mucho mejor.

coche blanco

La vuelta a casa, es de lo más divertido, zapatos sueltos en la calle… sin nadie dentro de ellos, amigos del alma que haces esperando un taxi y que sólo duran hasta que llega el coche, la típica lluvia que te cala hasta que llegas a casa, el juego de distinguir a los nativos de los que no lo somos, bueno esto es sencillo, los que somos de fuera llevamos abrigo… por cierto  aquí los garitos, cierran a las cinco de la mañana. La noche británica, toda una experiencia.

¿A qué no hay huevos de….? (Coca Cola para todos y algo de comer)

Hola chic@s,

«la fiesta» o salir de bares en Alemania (al igual que en el resto de países del centro y el norte de Europa) se reduce a tomar unas cervezas, unos vinos, o como mucho, algún que otro cocktail al estilo caipirinha o mojito. El concepto español del «cubata» es algo conocido, pero poco demandado en los bares. Muchos bares ni siquiera tienen hielo en forma de cubitos, solo hielo picado para los cocktails, así que es difícil conseguir un J&B con Cola.

Pero eso no significa que no existan fiestas curiosas. Tras explicaros cómo fue una típica barbacoa os relato aquí cómo puede ser una salida nocturna improvisada, de esas en las que hay tantas nacionalidades como asistentes.

la peor frase que nos pueden decir a los españoles es eso de «¿a qué no hay huevos de….?». Una frase ante la que saltamos como un resorte y aceptamos el reto, por estúpido, peligroso, ilegal o arriesgado que sea.

Pues justamente eso es lo que nos ocurrió a un grupo de amigos hace unos meses aquí, en la ciudad del dinero. Habíamos salido a celebrar una de esos encuentros sociales que se hacen normalmente de noche, en locales donde sirven jugos alcohólicos….. lo que viene siendo una noche de «farra» si es que la ciudad del Euro ha visto eso alguna vez. Tras varias cervecitas, y confiando en que la noche era todavía joven, nos pateamos varias calles del barrio universitario de Frankfurt. Nos echaron de muchos locales, nos cerraron la puerta de otros en nuestras propias narices, así que solo nos quedó recurrir a la imaginación.

Tras girar una esquina escuchamos el ruido inconfundible de una fiesta casera. En seguida, como chacales buscando comida, hicimos el primer análisis del terreno de batalla: edificio de 4 plantas, parece que la fiesta es en la última planta, ¿podríamos intentarlo? ¿podríamos colarnos en la fiesta?

Y saltó el mas listo del grupo -¡no hay huevos!-

El primer español del grupo se sintió ofendido. El segundo español se lanzó al telefonillo del edificio como un loco para localizar el piso donde se celebraba la fiesta. No había plan establecido, solo un reto «¿a qué no hay huevos de colarse en el piso?». El fuego se extendió al resto del grupo, todos deseosos de tomar una copichuela mas y si era posible, de gratis en una fiesta casera.

Tras varios intentos llamando (como personas educadas) a varios timbres nadie nos contestaba. Eso extendió mas el fuego….. menuda fiesta debía ser si nadie escuchaba el timbre de la puerta. Así que llegó el «plan B» -¿a qué no hay huevos de forzar la puerta del portal?-

Pues si….. no me extenderé en temas ilegales, pero dicho y hecho. Comenzó una carrera contra reloj escaleras arriba hasta llegar al cuarto piso. Nos reagrupamos, 15 personas que sin pensarlo demasiado habían decidido colarse en una fiesta privada. La mayoría de nosotros tenía formación militar como fuerzas especiales Erasmus, así que en 3 minutos improvisamos un plan de ataque:

-Alguien que llame a la puerta y diga en el idioma local y luego en inglés que nos ha invitado Jürgen- (siempre hay un Jürgen en las fiestas caseras).

-Roger-

-Alguien debería improvisar un regalo de inauguración, de cumpleaños o de despedida….. lo que sea-

-Copy that-

-Por último aunque no menos importante, alguien tiene que preparar un plan de evacuación por si todo sale mal…. la palabra clave para abandonar la casa es «elefante»-

-Roger-

Al igual que un comando militar nos parapetamos tras la puerta de entrada del piso, la aporreamos, la golpeamos, la arañamos e incluso la tocamos por seguidillas….. nada pareció inmutar a los habitantes de la fiesta. Pero la providencia (o la casualidad) se puso de nuestro lado cuando alguien decidió abandonar la fiesta antes de tiempo, encontrándose en la puerta con 15 tipos de 8 nacionalidades diferentes, parapetados (muertos de risa) tras la puerta, con un globo de cumpleaños amarillo y ganas de liarla parda.

Era nuestra oportunidad, ya estábamos dentro, podríamos tomar una cerve, charlar con alguien, conocer nuevos amigos….. solo un par de pasos mas por el pasillo, parece que la fiesta está en la habitación del fondo…..

La cruda realidad nos golpeó en la cara. La última habitación del pasillo contenía 6 personas charlando y tomando una cerveza mientras escuchaban música. En el pasillo de su casa se agolpaban 15 desconocidos, con los ojos inyectados en alcohol etílico y sujetando un globo de cumpleaños amarillo mientras preguntaban por un tal Jürgen que les había invitado a la fiesta de…… cumple-inaugura-despedida.

Os podéis imaginar la estampa. Éramos mas personas las que intentábamos colarnos en la fiesta que las que realmente estaban dentro de la fiesta. Alguien dijo «elefante» (no se si uno de los nuestros o de los suyos, ya sabéis que esa palabra se usa mucho en las fiestas) y todos abandonamos el piso sin despedirnos de Jürgen, pobrecito.

Amig@s buscar la fiesta en Frankfurt es inútil, todo el mundo sabe que los banqueros no saben divertirse. Pero lo que si es cierto es que la jarana siempre estará donde haya uno de nosotros que se sienta ofendido y retado por la frase «¿a qué no hay huevos de….?».

Abrazos y besos para tod@s.

Fiesta o piscola como forma de vida

Las fiestas en todo Chile tienen un denominador común y este es el Pisco (Bebida Nacional). A la gente que llega les dices Pisco y todos piensan en el conocido «Pisco Sour», pero… ¿crees que en una fiesta sea cual sea, hay alguien que  va a pararse a picar hielo, exprimir limones, separar la clara de un huevo y mezclarlo todo con pisco en una batidora y añadir azúcar  Las consecuencias podrían ser desastrosas.

Es por ello que aquí todo el mundo bebe piscola (suena mal lo se…). Es fácil, pones hielo, pisco y le añades coca-cola y ya estás listo para lo que venga. El pisco combina la dulzura de un buen ron, con el precio de uno del mercadona, una combinación explosiva a la que pocas personas le aguantan 3 rondas.

Hay otro factor que nunca falta en las fiestas de Chile, aunque en este caso, está condicionado por a) La hora b) Las condiciones climatológicas. En este caso estamos hablando de los famosos «Asados» a.k.a Barbacoa. Una fiesta chilena que se precie siempre comienza con un asado siempre y cuando se cumplan una de estas 2 condiciones (son condiciones lógicas OR es decir, no son excluyentes)

  • Si estamos a una temperatura superior a los 15 grados y es invierno (Ej: el 15 de agosto pero ha salido el sol… que mejor que celebrarlo con un asado)
  • Si la fiesta transcurre durante los periodos del almuerzo o cena (sin importar los factores climatológicos) (Ej: Hacemos un asado… da igual la razón)

A parte de estas dos cosas, el resto sucede de la misma parte que pudiera suceder en cualquier otro rincón del mundo, música en su mayoría latina, largas conversaciones entre beodos, etc.

Si pasamos de la fiesta en casa a la fiesta en la calle, la cosa cambia, salir de bares equivale a ir a una terraza (da igual la temperatura), beber, hablar y comer. Quedarte sentado hasta que decidas  irte a casa a las 23:30 antes de que cierre el metro o bien esperar a que el bar cierre a las 00:30 para luego ir a una salsoteca si lo que quieres es intentar demostrar tus artes en el campo de la danza.

Para avanzados simplemente decir que existen distintas categorías de pisco, y como en Chile las clases importan (y mucho) es importante saber lo siguiente: Pisco «Capel»: Si no te importa lo que piensen de ti, un pisco económico y de batalla. Si vas de «guay» te pasas a un pisco «alto del carmen» o «Mistral» que son un poco más caros y supuestamente de mejor calidad. Y finalmente, si eres de la Jet set… seguramente exista el pisco indicado, aunque lo más probable es que no se beba pisco en esas fiestas ya que los ricos no beben lo mismo que el resto de mortales.

 

 

Lively Lady

Rafiki Party

Apagario ha propuesto hablar de cómo son las fiestas en cada uno de nuestros países adoptivos. No creo que tenga suficiente espacio para describir las fiestas en Arusha, Tanzania. Digamos que tendríamos mejores resultados si dividiéramos el tema «fiestas» por temáticas: locales, bebidas, mujeres, música…

¿Qué puedo contar? En una de mis primeras fiestas en Tanzania acabé en el hospital, rodeado de españoles borrachos mientras me sellaban la memoria con ocho puntos en un brazo sangrante. Sí, algunas fiestas terminan en una experiencia cercana a la muerte… Si no tienes cuidado incluso en la cuneta, como le pasó a una voluntaria pocas semanas antes de yo volver a España. Y es que irse de fiesta en Tanzania no es pecata minuta. Como dijo el dueño de mi bar favorito en Arusha: «me gusta saber cuánta gente lleva pistola en mi local, y quiénes están traficando con drogas». Sí, así son las cosas: yo iba por mi tercer chupito y el dueño controlaba que no hubiera tiroteos mientras me detallaba en qué rincones se vendían qué sustancias ilegales.

Pero si uno se va de fiesta en Arusha, lo primero que tiene que preguntarse es si va a un bar «de locales» o a un bar «normal». Cuando vas a un bar de locales sabes que vas a formar parte del 2% de blancos, y por tanto debes ser muy respetuoso con el ecosistema demográfico. Si el porcentaje de blancos en un bar local supera al 2%, seguramente tendrás al típico grupo de voluntarios hippies, iluminados, niños de papá, demasiado guays para darse cuenta de su estupidez, que con 21 años van a un «bar local» porque se sienten con la obligación moral de «mezclarse con el populacho» y vivir «el África real». Mezclarse, se mezclan. De hecho, lo de mezclarse es algo que va de la mano con los voluntariados en África. No se puede construir una escuela para huérfanos entre semana sin follarse a un negro el sábado para probarlo… sería simplemente descortés, porque hay que conocer el África real.

Así que, de primeras, las fiestas en Arusha tenían lo suyo de variedad demográfica y tráfico de intereses, con el aderezado de las pistolas, las drogas, y el saber popular de que los blancos teníamos más pasta que los negros. Aún así, si conoces tu sitio, te lo puedes pasar realmente bien. Ya sea uniéndote a los grupos de música locales los martes, a los grupos de voluntarios los jueves, o a las fiestas particulares de expatriados los fines de semana. El whisky-cola se sirve en tres partes: whisky, cola, y hielo. Mejor pedirlos todos uno por uno, porque el concepto «cubata» hay que diseccionarlo y es más cultural que universal.

Para mí, las fiestas en Arusha fueron una terapia, una válvula de escape, un ritual de hermanamiento con mis compañeros expatriados. De 8 a 6 se trabajaba, se peleaba uno con los elementos, y después quedabas en el bar con los amigos, te tomabas una Ndovu o una Serengeti, y quizá acababa la noche en algún local donde encontrabas al resto del mundo, unido por su desplazamiento del hogar. Allí todos éramos nómadas, todos estábamos lejos, ninguno estaba en su sitio y lo sabíamos sin pronunciarlo. Rodearse de esta verdad compartida, normalizar el desarraigo, era la gasolina emocional que combustionaba un desgañitado «with or without you» en un karaoke a las 2 de la mañana, mientras los negros se preguntaban quién era Bono.

Y es que pocas cosas hay tan universales como las fiestas. Llega un momento en el que da igual si has nacido en Bilbao o en una aldea masai. Al son de la canción apropiada todos queremos conectar, sentirnos en casa, celebrar que estamos viviendo algo único. África es único de un modo más evidente para nosotros, blanquitos ignorantes. Vaya si echo de menos las fiestas Tanzanas…

Disculpe… ¿Qué época del año es?

Tras Expat 007, Expat 003 y MIlko me presento, soy Expat 042. Mi historia al igual que la de mis compañeros tiene mucho que ver con lo que posiblemente estés experimentando tu en tu casa según lees esto (si es que hay alguien leyendo).

Mi historia comienza así… un chico «joven» cansado de un trabajo en el que el futuro tenía la forma de un muro de hormigón que no no le dejaba ver más allá de sus narices, cansado de un pesimismo que le asfixiaba cada vez que salía por las calles de madrid, y sobre todo cansado del típico comentario «No te quejes que por lo menos tienes trabajo y deberías dar gracias por ello». Cansado de todo esto y mucho más, el chico decidió dar carpetazo y dejar libre la vena inconformista que toda personas tiene dentro de si. Cogió las maletas, compró un billete de avión y se fue al sitio más lejanos que pudiera pensar donde la estirada sombra del pesimismo de su país pudiera alcanzarle.

A poca distancia, y totalmente ajeno a todo lo que le ocurría a este «joven», me encontraba yo en exactamente la misma situación. Es más, muchos os dirán que este «joven» soy yo, y puede que así sea, aunque esto es tan solo una posibilidad, ya que solo soy uno de los miles que como yo tuvieron que afrontar la realidad y tomar la determinación de marcharse.

Casi 14 horas de vuelo después aterricé en Santiago de Chile. En pleno mes de Noviembre cambié La Castellana por la Alameda, mi piso por mi departamento, el frio invernal por el calor invernal… me encontraba a 4 usos horarios de donde empecé (aunque a día de hoy son 6), y con una gran determinación me puse a buscar aquello que andaba buscando. Aquello de lo que siempre leí en los libros y que se había convertido en una utopía… ¡un trabajo de verdad!

Sin tiempo apenas para asimilar que me encontraba a 13000Km de lo que hasta entonces había sido mi casa, me incorporé al motor económico del país más neoliberal del planeta. Y ahí después de parar un segundo y mirar a mi alrededor me hice la pregunta… ¿Qué hace ese tipo disfrazado de Papá Noel agonizando de calor y apunto de desmayarse?

Y desde ese momento comencé a descubrir los contrastes de este país (que no son pocos) y de los que en este blog iremos comparando con otros rincones del mundo.

Descubriendo el mundo…

Siempre me han llamado la atención, de manera muy poderosa, los mapas. Conocía las historias acerca del filósofo Kant, el cual nunca había salido de su pueblo natal y sin embargo conocía todos los rincones del mundo gracias a los mapas… ¿qué había al otro lado del mundo?¿qué había al otro lado de mi país?¿qué había al otro lado de mi provincia? era algo que simplemente me fascinaba a la vez que me inquietaba.

Poco a poco, comencé a viajar y a desvelar estas incógnitas con las cuales ya me había acostumbrado a vivir. Pero ésta inquietud seguía estando a mi lado… más aun cuando tienes amigos que comienzan a dar saltos por África, mandado correos con fotos que no te cansas de mirar una y otra vez.

Tras un tiempo, finalmente me encuentro viviendo en Reino Unido, algo que para ser sinceros no me imaginaba tan sólo unos meses atrás y poco a poco sigo descubriendo las rayas de los mapas, pero consciente, ahora, de que tal vez ahora ya no sean los mapas lo más interesante, sino las experiencias y la gente que va pasando por la vida, tanto en tu ciudad como en aquellas que se dejan que las adoptes como propias.

Es curioso cómo personas de rincones tan apartados de tu cuna como pueden ser el caribe u oriente, comparten tus gustos y aficiones e incluso conocen tu equipo de fútbol desde la época  de segunda división (que tampoco hace tanto de eso, la verdad)

Es curioso que el ser humano esté siempre en búsqueda, de saber, de conocer, de ser feliz y todo esto haga de nosotros un modo de vida, en tanto en cuanto la vida y nosotros nos dejamos.

Acabo de ver por mi ventana a un grupo de chavalillos de no más de diez años jugando al fútbol, con los brazos y las caras rojas como un tomate por la semana que llevamos de sol (¡quién lo diría!), riendo y disfrutando. Ante  esto el pensamiento que me invade en este lado del mundo es tan sencillo como que el ser humano es maravilloso.

En el país de los ciegos….

Hola amig@s,

tras el primer post de mi compañero Expat 007 me toca el turno a mi, al Apagario. Dicen que en el país de los ciegos el tuerto es el rey, así que no hay mejor manera de comenzar mi colaboración en «Hoy no ceno…» que combinando las palabras «Alemania», «verano» y «barbacoa».

Efectivamente amig@s, Alemania que se autodenomina el país de la barbacoa quedó ayer a la altura del betún tras la asistencia de nuestro pequeño grupo de Expats a un Asado Argentino.

Para que podamos comparar añado aquí dos fotografías. La primera: barbacoa cutre, redondita, la típica de toda la vida. La segunda imagen, tomada una semana después, la de un asado «profesional» argentino. A ambas fotografías las separa una semana de diferencia, así que se podría decir que en una semana hemos pasado del nivel parrillero A1 al C1. No está nada mal ¿verdad?

ImagenImagen

En primer lugar tenemos que dar las gracias a nuestros amigos del Centro Argentino en Frankfurt. Gracias a su invitación nuestro pequeño grupo de Expats (4 personas de 3 nacionalidades diferentes) pudo disfrutar de la mejor carne que hemos probado hasta ahora en la ciudad del Euro.

Y es que en verano crecen las barbacoas en los balcones, azoteas, parques y bosques alemanes. La programación televisiva incluye reportajes sobre quién es el mejor chef de barbacoas, cuales son las mejores recetas, las mejores carnes, las mejores temperaturas, que tipos de barbacoas nos ofrece el mercado….. no les podemos culpar, para 3 días que dura el veranito tienen que aprovecharlos. Pero ayer nuestros amigos argentinos, sin armar mucho escándalo vapulearon el orgullo parrillero alemán.

Así que no podía dejar escapar la ocasión de mostraros cómo se ha vivido este primer fin de semana veraniego en frankfurt. La temporada parrillera ha comenzado y lo ha hecho con un nivel muy alto, que será difícil de superar.

Querid@s amig@s, desde Inglaterra, Chile, España y Alemania nace este blog cargado de ideas y deseos de mostraros cómo vivimos algunos de los Expats nuestra lejanía del hogar. En los próximos post intentaremos responder a preguntas como por qué vinimos, por qué aguantamos aquí y cómo es nuestra interacción diaria con el país de acogida.

Espero que disfrutéis con las 4 visiones personales de estos 4 expats en diferentes países alrededor del globo terraqueo.

Amig@s, un abrazo del Apagario, expat 003.