Tortillera, pero guapa

Era morena, de pelo negro y ascendencia turca. Hablaba inglés mejor que Shakespeare y tenía más kilómetros que Willy Fog. En resumidas cuentas me daba mil vueltas, y lo único que teníamos en común era que los dos llevábamos poco tiempo en Londres.

Me agarré a ella como un clavo ardiendo en mi primer mes y, para honrar esa amistad, le prometí cocinarle algo en su apartamento. Ay qué ternuras de tiempos…

Por aquél entonces ya hacía mis pinitos culinarios: desayunaba un te, almorzaba doritos, cenaba un kebab de 3 libras comprado en la calle, y contestaba «sí» a la pregunta «comes bien?».

Nota mental para madres: la pregunta está mal formulada. Ahí queda eso. Pensadlo y masticadlo.

Así que fue casi un suicidio social proponerme cocinar una tortilla de patatas a mi nueva amiga semiturca. Mi primer intento pasó por poner las patatas en la mezcla sin freírlas. En mi segundo intento las freí pero la tortilla se quedó pegada en el fondo de la sartén. El tercer intento fue en presencia de mi invitada y se rasgó las vestiduras (ojalá) cuando vio que freía las patatas con aceite, en lugar de cocerlas en agua. El cuarto intento lo hizo ella, con las patatas cocinadas en agua a la perfección, y una sartén antiadherente. Ñam.

Así que mi primera tortilla de patatas española en Inglaterra la cocinó una turcoalemana sin usar aceite, y eso me dio mucho que pensar y que aprender. Para empezar que los españoles estamos a siglos de distancia de los sajones que se independizan a los 17, y para seguir que mejor volver a los doritos y a los kebabs, que eran territorio conocido.

La cocina en inglaterra es tan mala como promete. Los clichés están ahí por algo, pero si uno sabe cocinar puede disfrutar en cualquier sitio, y puedo dar fe que en Tanzania he disfrutado de la mejor comida española con carne Keniana que cualquier españolito pudiera soñar. Gracias Bernardo, Israel, y Marcos…

Lo que sí es verdad es que no nos damos cuenta de lo afortunados que somos al vivir en un país donde, con la típica caña, te sirven cositas que son delicatessen en cualquier otro rincón del mundo. Tienes suerte si te ponen una servilleta con el fish and chips londinense, o si eres capaz de encontrar un plato que no hayas probado en cualquier carta tanzana. De Sudán ni hablamos. Oh Allah, con razón tienes tan mala hostia…

Conclusión: si algún joven aventurero español desea salir del país, que aprenda a cocinar. No sólo comerá mejor y será más feliz, sino que tendrá una ventaja social con respecto al resto de la población del país de destino, será el rey de las fiestas, y también proeyectará mucho más atractivo personal del que yo conseguí transmitir a mi turcoalemana favorita. Andeandará mi maestra tortillera…

Un comentario en “Tortillera, pero guapa

  1. He visto (y comido) muchas tortillas de patatas en mi vida y puedo asegurar que el aceite (y la consiguiente fritanga) es una parte fundamental del proceso….. y al que no le guste….. pero hay que respetar las tradiciones 😉

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